Pero el caso es que hoy, cumpleaños de mi andadura bloguera, prieto el petate como se prietan las quinceñeras en sus vaqueros, me lo echo al hombro y cierro con llave. No hay nada especial que me empuje a hacerlo, simplemente que me lo empezó a pedir el cuerpo hace unas semanas y decidí que el día del Aniversario I era un buen día para dejarlo. La efeméride me ha servido de acicate para seguir un poco más sin tener ganas de seguir.
La cosa, de hecho, es bastante sencilla, no tiene misticismos ni lírica: me aburre el blog ya. Las sustancias químicas que se escupen mis neuronas ya no me piden pasarme por aquí a picar paridas, y sí leer, o perderme sin rumbo por las calles de La Latina, o mirar a la pared buscando formas en los grumos del gotelé, o hacer zapping, o echarle de comer a las carpas del estanque del Retiro, yo qué sé.
Eternamente agradecido a mi madrina Rosa, que me dio una alternativa de lujo y me puso en las mejores ferias. Eternamente orgulloso de haber apadrinado a Pepino, hoy figura del blogueo.
Y entre medias, un año que dio para contar muchas historias.
Hasta que nos volvamos a ver (¿quizá pronto?) y si no, bueno, ya sabéis que más tarde o más temprano todos vamos a terminar en el mismo sitio.