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Es País para viejos

Nuevo cronista taurino de ABC: una pluma lozana, fresca, tersa, con garra y original, que enganchará a la juventud y a los profanos.

Nota: apréciese el agudísimo juego establecido en el titular entre dos de las cabeceras periodísticas más importantes del Estado español  y el título de la novela de Cormac McCarthy y felicíteseme por ello.

A las 6 mentiras taurinas 6 de Escolar

1.- Totalmente de acuerdo.
2.- Si no hay corridas (lidia) el toro de lidia dejará de ser toro de lidia. La bravura va contra la naturaleza de los bovinos, y la única manera de encontrarla y preservarla es toreando a los animales para elegir a los reproductores. Si no se hacen pruebas de bravura, en unas pocas generaciones no queda ni un resquicio de esta cualidad. Otra cosa es que nos parezca más o menos ético seleccionar a un animal para el combate.
3.- El toro sí sufre, pero la bravura le permite aguantar ese sufrimiento. Una oveja huye cuando la agreden; el toro pelea.
4.- Cuando los terneros llegan al matadero para morir «sin sufrir», llevan a sus espaldas unas cuantas semanas de tortura: desde que nacen hasta que les aplican la descarga de aturdimiento. Y no digamos los pollos, los cerdos y demás animales estabulados. SU VIDA ES PURA TORTURA. ¿Quién está dispuesto a pagar el doble de lo que vale ahora el kilo de pollo para que el animal pueda vivir dignamente los cuarenta días que se le permite vivir?
5.- El 98% de la población mundial perdería en un enfrentamiento con un toro. Si el torero casi siempre gana es porque está preparado para ello. Prueba tú, Nacho, a ver cuál es el resultado de la pelea (o yo).
6.- Efectivamente, antitaurinos hay en todas partes, como taurinos. Pero no te erigas como representante de la población mundial. Yo soy de La Roda de Albacete, por cierto, y también vivo en Madrid.

Y que sepas que eres un referente para mí.

24.000 hijos de puta

Y yo el primero, y quizá el que más de todos, que disfruté (quizá no sea ésa la palabra) como un colegial en su tarde de cumpleaños, yo y otros 24.000 desalmados en éxtasis contemplando como un hombre se asomaba cada vez más al precipicio de la muerte, un poco más, otro poco, vamos, otro pasito, alentándolo con nuestros aplausos, nuestros ¡Uuuhhhsss!, nuestros oles, nuestras palmas que no eran palmas, que eran una forma de sacudirnos tanta emoción y tanto encrespamiento, y el humano en el fondo de la olla, ahí abajo ardiendo de dolor en el infierno, otra vez a notar la baba caliente de la bestia, su sangruza viscosa que pasaba del lomo a la bragueta y al chaleco, cómo vuelve uno a la baba caliente de la bestia, que me lo explique alguien, con el abductor abrasado, veinte centímetros de canalón por donde cuelgan hebras de carne, fibras desmadejadas, cuajarones de sangre –de la propia-, hilos de nylon y lentejuelas, otro navajazo de cinco centímetros detrás de la rodilla que haría insoportable a cualquier mortal intentar siquiera un mínimo movimiento, pues cómo se va uno, entonces, a escuchar otra vez el resuello de la bestia malherida, y otro taladro a la altura del gemelo para convertir la pierna derecha en un guión de película gore, en un parte de guerra con artefactos de metralla de clavos y tuercas, ¡Vamos, valiente! ¡Torero!, cómo se puede disfrutar (no encuentro todavía la palabra) viendo al hijo, al hermano, al novio, al amigo asomarse otra vez al precipicio de las coronas y de los mármoles, al bosque de cipreses, perdón Isabel madre, perdón Isabel novia, no me dan ustedes ninguna envidia aunque este anormal –o alguien me va a decir que es normal- les ponga pisos, y coches, y chachas, y puedan caminar la mar de orgullosas en el Carrefur y en la peluquería, que yo creo que mi madre prefiere fregar ella los cacharros y que yo no sea José Tomás, y que la gente no pague por ir a ver como me pongo de cebo para la bestia y la gente me grite ¡Torero torero! mientras me voy camino de la cama esa llena de focos y de materíal esterilizado de ferretería a que me tallen un surco más pierna arriba, que salga detrás mío el ATS con el gotero en lo alto, ¡Torero, torero, el número uno!, camino de la Fraternidad mientras veinticuatro mil hijos de puta se intentan contar unos a otros lo que han visto todos pero que no saben contarse, Supermán, dice uno, kamikaze, dice otro, eso no es torear, otro, hombre, quizá eso no es torear propiamente, pero sí es el TOREO, que el toreo ha sido siempre una historia de héroes y de épica, dice otro, o es que se os había olvidado ya lo crudo y lo dramático que es este espectáculo, es que no os dejan ver los mantones de manila ni la banda de música ni los claveles reventones lo duro y lo auténtico que es el toreo, os olvidasteis de esa veta bestia y bizarra que quizá nunca debió perder, y que parece que ahora achanta a unos cuantos y les afloja el alma, pero qué hipócritas, hijos de puta, si pagáis, dice, digo, y os sentáis en la piedra porque sabéis que hay una posibilidad real y cierta de que un día un tío se quede con los ojos vueltos delante de vuestros ojos, ahora me venís con que esto no es el toreo, vale, que quizá no sea propiamente torear, pero esto es el toreo, ya lo creo que es el toreo, y por eso el toreo no es como el baile de disfraces ese que llaman Eurocopa, la gente se difraza de sevillana, con su floripondio y sus faralaes, de torero, qué casualidad, con el traje de tergalillo y forro del malo, y de guardia civil, o se embadurnan la jeta de rojo y gualda, y van con bombos y trompetas ¡Po-de-mos! a jalear la heroicidad de empujarla a la red en el último minuto de partido, actuaciones musicales desde dos horas antes de la retransmisión para ir ambientando, famosos y sus lindas bocas de las que salen ¡Po-de-mos!, la tonta buenorra con los primos del portero ¡Po-de-mos, primo!, otro famoso, el constructor (también famoso) y su putilla, luego los paletos son los de los toros, la imagen parda de España en el extranjero son los de los toros, la pandereta, la bota de vino y el bocata en papel Albal son los de los toros, pues vale, pero José Tomás, él solito y la bestia a la que va a asesinar y que a su vez quiere ella asesinarle a él, él solito con la bestia, decía, genera unas emociones que ni cuatro Juegos Olímpicos, que no es el toreo, dicen, lo que no es el toreo es marear la perdiz a ver si se da la cosa por casualidad de que el toro la mete abajo y hasta el final y entonces se lo pego güeno que yo soy artista, si no es torear ponérsela como se la ha puesto con la izquierda antes de que el toro le hiciera las catas en la pierna derecha, enfrontilado con la testuz, justo en medio de la vía del tren, no más allá del segundo raíl, que se aplaude tanto y que tanta seguridad da, no, en medio de la vía del tren, plana la muleta como una catorceañera, que le enganchan, sí, pero cómo se la pone, que algo ha tenido que pasar para que en dos tardes en Madrid salga con siete orejas y tres cornadas, que no quiero dar nombres pero algunos cumplen bodas de Plata de pasar por Madrid y ya pueden llegar las de Oro que ni de lejos las siete orejas ni las tres cornadas, esto último ni falta que hace, por Dios, pero que nos entendemos y que hay que ser un poco bobo ahora para ponerle pegas a un triunfo de siete orejas y tres cornadas, El Cordobés, dicen, qué coño tiene que ver esto con El Cordobés, ni el torero, ni el toro, ni el público, El Cordobés, dicen, hay que ser gilipollas, y que ya acabo pero que no me aguanto y dejo escrito que la Mesa del Toro, el futuro de los toros, es José Tomás, ah, y que no se enteren las asociaciones de derechos humanos de lo que pasó ayer en Las Ventas…

(Traducción: José Tomás se jugó la vida en sus dos toros).

P.D. Acabo de ver que en la ‘crónica’ de Toro, Torero y Afición hablan de El Cordobés. Este post está escrito antes de ver esa ‘crónica’; lo que digo no lo decía en concreto por Jandro ni por nadie en particular. Por supuesto, mantengo lo que digo.