Mi José Tomás

Hacía tiempo que no me paseaba por el roal de Sócrates, que lo tiene convertido en la filmoteca de Gan. ¡Hasta un vídeo de Bombita! Bueno, que voy para allá y me encuentro con la primera puerta grande de José Tomás en Las Ventas. Me encanta esa faena: compás abierto, brazo atrás, atrás, hasta el final, todo muy en redondo, cintura rota. Ese es mi José Tomás, ese, el que luego como colofón, y sólo como colofón, cierra el compás y juguetea perfilero y vertical para que le salgan unas fotos preciosas con el costillar del toro rozándole la barriga. Éste es el José Tomás por el que mato y el que hay que vender. El de las manoletinas y la estatua y el poste y no sé qué historias, no, coño.

Fijáos bien: el toro, una burra con el piloto de la reserva encendido desde muy pronto; una tanda poco vistosa para modelar embestidas; un desarme; dos orejas sin discusión.

El final del vídeo, con las imágenes de la superlenta, precioso. Y una chicuelina…

Cuando se va a brindar, José Tomás no es nadie, un torero interesante sin apenas corridas a sus espaldas y sin contratos por delante: nadie. Cuando abre de un volapié el morrillo del alcurrucén, se abren las puertas del Banco de España. Estos son los diez minutos que cambian una vida y el curso de la tauromaquia moderna: